Abstract:
Ciertos desarrollos narrativos tienen como punto de partida un hecho insignificante que desencadena efectos de proporciones imprevistas. Hay, por ejemplo, asesinatos en los cuentos de Poe motivados por la forma de un ojo. El lector, que percibe la insuficiencia de motivos y la lógica dudosa de estas cadenas causales, acepta sin embargo el orden propuesto porque lo ata el pacto de lectura y porque sabe que todo mundo ficcional es siempre mundo posible, si se mantiene cierta coherencia interna. Además, las ficciones que presentan causas menores de efectos desmedidos suelen respetar -como veremos en textos de Edgar Allan Poe y de Jorge Luis Borges- las formas convencionales de expresión de la causa: conectores, cronología, garantes. En esto, justamente, reside la perversidad del procedimiento: el desajuste ficcional entre causa y efecto introduce rasgos improcedentes y excesos arbitrarios allí donde se esperan notas retrospectivas y proporciones sensatas. De esta forma la escritura manipula y finalmente vulnera mecanismos de atribución causal esenciales en los procesos de dominio sobre la realidad.